Wednesday, February 21, 2007

René


Nunca pensé que cuando acepté la oferta laboral que actualmente desempeño, tendría un compañero de oficina que compartiría conmigo mis vasos de agua, las lecturas matutinas de los periódicos impresos y digitales, los cafés con dos de azúcar, las llamadas telefónicas y la reuniones esporádicas. Aunque mi querido amigo nunca ha entrado físicamente a mi oficina, pasa tiempo muerto tendido como un lagarto fuera de mi ventana. En realidad, René es un “reptilus comunus”; un pariente lejano de sus ancestros jurásicos; un especímen comúnmente utilizado por niños como “ratón de laboratorio” para practicar operaciones y mejorar sus tiros con escopetas de pellet gun o perdigón.

De color marrón mutante, algunos días con manchas y otros días liso como la tierra, a René le gusta verse reflejado en el laminado del cristal. Fungiendo perfectamente como un espejo, mi amigo René se mira y se mira. En ocasiones mueve su cabeza de un lado al otro, como si reconociera su propio ser, no sin antes inflar su garganta en posición amenazadora para intimidar a su contrincante. Ahí me doy cuenta que no tiene la más remota idea que su peor enemigo, en ese momento, es él mismo.

Cuando lo conocí, me pareció un individuo como cualquier otro. Un reptil que agota su existencia en la exuberante naturaleza que lo rodea. Y para que estemos claro, no es una lagartija, ni sabandjia ni salamandra. Simplemente René. Llegó estrepitosamente desde arriba, quizás lanzándose desde la palma real más próxima, cayendo como un paracaidísta experimentado en el marco de mi ventana. Desde aquél día, hace ya dos semanas, René va y viene. Llega temprano, inclusive antes que yo. Una mañana lo ví descargar su ira contra otro lagarto, y como si fueran dos lobos peleando por sus territorios, se echaron encima una discusión que incluyó mordidas, coletazos y aruñones. René ganó la batalla y por eso hoy sigue ahí en mi ventana, en lo que yo llamo un “penthouse envidiable'.

No es un tipo de grandes proporciones físicas. Es notoria su juventud, y de igual manera su cuerpo delgado y frágil demuestra cierta prepotencia y altanería (como la mayoría de gente pequeña). Sin embargo, René no tiene signos de violencia ni maltrato. Su cola está intacta hasta la punta. Puedo deducir que nunca ha sido víctima de un gato, una pisada o un escobazo. Yo diría que René es un lagartico con suerte y que ha tenido el privilegio de vivir sin problemas.

Es mi deseo que René y yo mantengamos, sin malentendidos, nuestro espacio común de trabajo. Yo adentro y él afuera, pero siempre amigos. Ojalá ningún depredador me prive de mi amistad con él. Sería una desgracia para la empresa perder a un recurso “ofidio” como René. Y yo, en mis tiempos de contemplación, ya no tendría a quién dedicarle párrafos absurdos como éstos.

1 Comments:

At 3:02 PM, Anonymous Anonymous said...

Hasta a mi me entretiene Rene....

 

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