Thursday, August 02, 2007

Perdidos en el espacio




Hoy más que nunca nos detenemos ante la belleza de un paisaje rodeado de montañas, de un mar que sirve de espejo al Sol o de una avenida franqueada por flamboyanes cuyas flores rojizas cubren por completo el suelo asfaltado. Ahora es que descubrimos que frotar nuestros pies en la arena causa la misma sensación que la textura granulada de una jugosa pera sobre nuestra lengua. Sentimos nostalgia cuando llueve a cántaros, nos ahogamos del calor soñando en un cremoso helado y somos capaces de tomarnos una cargada sopa caliente en pleno verano. Sonreímos ante la sensación que transmite encontrar con las piernas bajo las sábanas el último rincón frío de la cama. Nuestro corazón se desdobla ante una melodía hermosa. Respiramos profundamente el olor verde de la yerba recién cortada en el campo. Sabemos perdernos en un efusivo abrazo junto a un amigo, un familiar o cualquier ser querido. Comenzamos a valorar cosas sencillas como un mensaje amoroso de la eterna Julieta en el buzón de voz, hundir el cuerpo en la comodidad de un sofá viendo cualquiera de las tres películas que ha dirigido González Iñárritu o simplemente la descarga física que se produce al liberar nuestros pies de los zapatos. Hoy más que nunca caminamos con celeridad para llegar temprano a ningún sitio. Hoy más que ayer sufrimos ansiosamente, (pre)ocupamos nuestro tiempo con antelación y sofocamos la vida agendada en una taza de café. Olvidamos que todo existe. Inadvertimos que la naturaleza de la hoja de un árbol es moverse con la brisa, la de un perro es fidelidad a su amo (al mismo tiempo que le mendiga), la corriente de un río traza su cauce y que el amor, cuando no ama, se muere.


Nos hemos creído saber más de todo, aunque cada día sabemos menos. Valoramos las cosas simples porque lo complicado ofusca, vacía y no llena. Somos seres dependientes de una carga que nosotros mismos nos hemos impuesto. Hoy más que nunca estamos perdidos en el espacio.

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