Monday, December 18, 2006

Como en tiempos de la Era




La sociedad dominicana aún vive bajo una sombra oscura. Y no hace falta la democracia ni el voto en las urnas para darse cuenta del irrespeto al que es sometida la ciudadanía cuando se trata de violentar la institucionalidad pública. Es como si aún se viviera en tiempos de la Era, la de Rafael Leónidas, aquél chivo que burló el honor de la nación haciendo placenteramente lo que le placía (valga la redundancia).

Recientemente pudimos apreciar en las primeras planas de los diarios y en las primeras emisiones televisivas de noticias cómo un senador electo, con simpatización divina hasta de la mismísima Virgen de la Altagracia, levantó su mano derecha para juramentar su tercer período legislativo e inmediatamente entregó con la izquierda su carta de renuncia al cargo. Frente al Presidente del hemiciclo del Senado, rodeado de un séquito higueyano y otros “padres de familia”, puso de manifiesto su amabilidad en dar a conocer que prefiere seguir ligando contratos en la institución nacional que incorpora a todos los ayuntamientos del país. Don Amable ha probado la miel que emana de la basura, y se ha puesto la Liga bien arriba de la pierna cual novia rebelde que no pierde la compostura ni los buenos bordados.

Resulta vergonzoso que actuaciones de este tipo no sean cuestionadas, enjuiciadas y deliberadas públicamente en nuestro país. Resultan irrisorios los millones de pesos malgastados en una campaña política para un político que no ocupará su silla en la Cámara Alta ni defenderá los intereses de la provincia que lo eligió. Resulta contradictorio que cuando más se busca la transparencia institucional, evitando los actos corruptos, es cuando más tenebrosos y oscuros se vuelven nuestros líderes.

¿Cómo es posible pasar por alto esta “desjuramentación”? ¿Por qué nadie se pregunta qué tesoro escondido guarda la Liga Municipal Dominicana? Y sobretodo ¿por qué si mueve tanto dinero dicha Liga, existen tantas incongruencias al momento de recoger los desechos en cada municipio?

Estas son las lecciones que aportan nuestros dirigentes a las nuevas generaciones que pretenden ilusionados insertarse en una carrera política. Estas son las artimañas que heredamos del Jefe y su gloriosa Era.

No existe saciedad cuando se habla de poder económico, y más aún en un país donde la conciencia se vende por hambre, el honor se valora en “jeepetas” y el trabajo se calcula en “pegarse” con fulano o sutano.